Los jardines preexistentes aparecen ante el espectador con la magnificencia que dan sus árboles, centenarios algunos, sobrevivientes a edificios y habitantes. Los rastros de un paisaje intencionalmente organizado, más la presencia de sucesivos aportes de jardineros y pájaros, ofrecen al observador una paleta de singular belleza (una evolución inconstante con adaptaciones sucesivas). La influencia de estas impresiones, más el conocimiento de saber que desde fines del siglo XIX, estos jardines han sido recorridos por pacientes, familiares, médicos y asistentes, con sufrimientos y alegrías, permiten acercarnos a las ideas de preservar, despejar, completar, acompañar, exaltar…
El cruce de historias, vidas, ayudas, imposibilidades, encuentros y desencuentros, se materializa como homenaje en una red de 1000 senderos que sorteando las magníficas especies se convierte en el “jardín de los senderos que se bifurcan”. Los caminos sirven para recorrer, enlazar edificios, encontrar 50 estares ligados a los senderos como uvas en su racimo (pensados como microclimas siempre distintos identificables como lugares de descanso y juego), para distinguir colores, sentir perfumes, permitiendo al usuario ser observador activo de esta continua renovación de experiencias, completando la tríada paisaje-observador-vivencia.¨
memoria del concurso
Bibliografía: